La ciudad de Praga es una pequeña gran joya escondida (cada vez menos) en el centro de Europa, en la Republica Checa. Praga es una ciudad mágica, llena de rincones y lugares que atrapan al fotógrafo. La ciudad de los puentes, la ciudad de las torres, a las que se puede subir en su inmensa mayoría. Y lo mejor de todo, toda la zona turística se puede recorrer a pie prácticamente entera.
Llegaba de nuevo a Praga con varios retos fotográficos en mi cabeza. Uno de ellos tenía que ver con un lugar que se ha convertido en algo que roza lo obsesivo y que, por un motivo que no logro entender, me obliga a volver a ese lugar una y otra vez. Se trata de uno de los símbolos de la ciudad, el Puente de Carlos. El Puente de Carlos, con sus 516 metros de longitud y flanqueado por 30 estatuas, no solo llama mi atención, sino la de todo aquel que está en Praga. Esto hace que por él pasen miles de personas al día y se congreguen allí todo tipo de artistas callejeros, pintores y caricaturistas en sus puestos ambulantes, y no podían faltar los músicos, como la famosa Banda del Puente…
Gracias a todo ello, en el Puente de Carlos se vive una atmosfera magnifica, llena de gente a todas horas que viene y va… y ese era el reto, fotografiar el Puente de Carlos sin gente… yo me doy por más que satisfecho con el resultado
Y por la noche, esa magnifica atmosfera que se respira en el Puente de Carlos, se torna en algo realmente mágico…
Este puente une las dos orillas del rio Moldava. En el margen izquierdo se encuentra el Barrio del Castillo (Mala Strana), una inmensa colina coronada por el majestuoso Castillo de Praga y en cuya ladera se extiende el barrio de Mala Strana, con sus innumerables casas de rojos tejados y que al atardecer, bañados por la suave luz del sol, adquieren unos tonos realmente atractivos.
El barrio de Mala Strana ocupa toda la ladera de la colina donde se encuentra el Castillo de Praga. Sus calles, llenas de casas y comercios invitan al visitante a recorrerlas con calma, buscando y disfrutando de todos los detalles y rincones que en ellas se esconden
Entre esas cosas curiosas que tiene Mala Strana, está la calle más estrecha del mundo (casi cada ciudad tiene su propia calle más estrecha del mundo). En el caso de esta calle en Praga, tiene la peculiaridad de estar regulado el paso por ella mediante un semáforo…
En la orilla derecha del río Moldava se encuentra la Ciudad Vieja de Praga, Stare Mesto. Este es el casco antiguo de Praga, declarado Patrimonio de la Humanidad y donde surgió el asentamiento original de Praga en el siglo XIV.
Y el punto neurálgico de Stare Mesto es su plaza, la Plaza de la Ciudad Vieja (Staromestske Namestí), donde están situados el Ayuntamiento Viejo, que alberga otro de los símbolos de la ciudad, el Reloj Astronómico, y justo al otro lado de la plaza, la Iglesia de Tyn, con sus dos imponentes torres visibles desde muchos puntos de la ciudad.
Como sucede en toda Praga, cuando cae la noche y la Plaza de la Ciudad Vieja, se ve envuelta por una atmosfera especial
Al este de Stare Mesto, lindado con el edificio que aloja el Ayuntamiento de la Ciudad Nueva, se encuentra la Torre de la Pólvora. Fue usada como polvorín durante cierto tiempo y por este motivo mantiene hoy en día su nombre.
Praga esconde entre sus calles un pequeño barrio Judío (Josejof), gueto donde vivían los judíos separados de los cristianos desde el siglo XIII. Durante la segunda guerra mundial, la tercera parte de sus habitantes fueron exterminados por los nazis. Actualmente su población ronda los 6000 habitantes frente a los 120000 que había antes de la guerra. En la actualidad, seguramente sea el mejor complejo de monumentos históricos judíos que hay en toda Europa, incluyendo seis sinagogas y el Antiguo Cementerio Judío, el más notable en Europa donde se encuentran enterrados más de 12000 cuerpos en distintos niveles, de ahí la disposición caótica de sus lápidas.
Y una última parada, y nunca mejor dicho. Aunque realmente no es necesario, no conviene dejar de visitar las estaciones de metro más céntricas, con un diseño y una decoración que harán las delicias de los amantes de este tipo de construcciones.
Todo esto conforma una ciudad que atrapa al visitante. Y si además es amante de la fotografía, ese sentimiento que te lleva a echarte a la calle para recorrer la ciudad desde primera hora de la mañana y no te deja terminar hasta altas horas de la noche, se acrecienta de manera exponencial.
Personalmente solo os puedo decir que a pesar de hacer poco más de un mes que volví de Praga, ya tengo ganas de regresar a sus calles, y como no, al Puente de Carlos, esa pequeña obsesión mía.
Fuente: OjoDigital
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