Una inoportuna lluvia de monzón. La silueta del Taj Mahal recortando el horizonte. De repente, una nube de niños se arremolina en torno al vehículo en el que viaja Gabriel Brau, que sin comprender a qué se debe tanta expectación, empuña su cámara sin dudarlo. De entre su vasta colección en blanco y negro, el veterano fotógrafo catalán recuerda esta foto de los niños de Agra con cariño. No en vano, es una de las que ha elegido para ilustrar su último libro, "De la captura de imagen a la impresión fotográfica", que llega de la mano de Artual Ediciones. 463 páginas en las que despliega sus innegables dotes didácticas.
Gabriel Brau: "Aquella tarde de finales de septiembre me encontraba en Agra, la ciudad del Taj Mahal. Había decidido hacer un alto en el camino para tomar algunas imágenes del famoso mausoleo desde los jardines que hay al otro lado del río Yamuna, pero estábamos al final de la época de los monzones y las divinidades habían decidido que la climatología no me fuera del todo propicia. Hacia el mediodía empezó a caer una tenue lluvia que por la tarde había derivado en una auténtica tormenta.
A pesar de todo, hablé con mi guía y decidimos tomar el coche para acercarnos al lugar previsto. Con aquel tiempo ya presumí que sería imposible realizar ninguna de las imágenes que tenía previstas, pues la lluvia caía cada vez con más fuerza y la luz había disminuido enormemente, pero como en otras ocasiones, la pasión por tomar fotos al estar de viaje me impulsó a moverme sin saber muy bien por qué.
Al llegar, me llamó mucho la atención que, a pesar del diluvio que estaba cayendo, la carretera que daba acceso a los jardines era un hervidero de gente, sobre todo de jóvenes que, en un ir y venir constante y frenético, sorteaban toda clase de obstáculos en dirección a la entrada. No sabía qué estaba pasando y no entendía por qué, con la que estaba cayendo, aquellos chavales con las ropas empapadas y calados hasta los huesos no paraban de correr por la carretera en ambas direcciones.
Así que detuvimos el coche a un lado de la carretera para intentar averiguar qué sucedía. Inmediatamente, algunos de los chicos que se movían en grupos comenzaron a acercarse al vehículo llenos de curiosidad. Pegaban literalmente sus caras al cristal y mostraban auténtico asombro al observar mis cámaras esparcidas por el asiento trasero del coche.
Todo sucedió muy deprisa. En un instante imaginé la foto en mi cabeza. Tomé la cámara que tenía colocado el 12-24 milímetros y comencé a fotografiar a través del cristal desde el interior del vehículo. Al comprobar las primeras imágenes vi que todo era perfecto: la luz, la expresión de sus rostros, la composición, la dirección de sus miradas… todo encajaba. Había conseguido estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Ya sólo tenía que componer y seguir disparando.
El resto es fácil de imaginar. Los chicos se iban, aparecían otros, volvían los anteriores, algunos hablaban conmigo o me mostraban sus tatuajes con entusiasmo… y todos pegaban sus caras al cristal con el ánimo de salir en la foto. Estuve casi una hora tomándoles fotografías. Ésta es una de las mejores. Expresa en una fracción de segundo todo lo que sintieron aquella tarde.
Al final lo entendí todo. En los jardines se estaba rodando una película de Bollywood, y al ver mi equipo fotográfico me confundieron con alguien relacionado con el rodaje.
En la India todo lo que suene a Bollywood se ha convertido en una auténtica pasión. Sobre todo entre los adolescentes, que muestran auténtico fervor por sus películas y tienen la ilusión de alcanzar algún día el sueño de verse convertidos en alguno de sus protagonistas.
De alguna forma, esos niños querían su parte de protagonismo. Tal vez algún día sepan que no lo fueron de la película, pero sí de una de las mejores fotos de aquel viaje."
Fuente: QueSabesDe