lunes, 23 de mayo de 2011

Temperatura de color / Balance de blancos

Como solemos decir, la fotografía es luz. Sin luz no hay foto. Por tanto si dominamos la luz de una escena o sabemos aprovechar la luz que hay, tenemos mucho ganado. Sin embargo dominar la luz no sólo es saber exponer correctamente, que también, sino saber como interpretar con la cámara la temperatura de color correspondiente a los distintos tipos de luz nos podemos encontrar en la escena.

Cada fuente de luz emite un tono distinto, lo que se llama una temperatura de color distinta. Aunque el concepto pueda parecer confuso inicialmente basta con imaginarnos la luz dura de un día soleado a las 12h y luego una luz de atardecer, del mes de agosto a las ocho y media de la noche… son luces con tonos totalmente distintos.

La temperatura de color se expresa en Kelvin (K), y como podemos ver en el gráfico cada unidad está asociada a un tipo de luz distinta.

Para trasladar todo esto a nuestras fotos tenemos que ajustar correctamente el balance de blancos en nuestra cámara, o bien disparar las fotos en formato RAW y luego, al procesarlas, ajustar correctamente este balance de blancos; otra de las grandes ventajas de trabajar en RAW es que tenemos control total del balance de blancos en nuestras fotos de manera cómoda y segura.


A través de la cámara y si disparamos en jpg es básico ajustar bien el balance de blancos. Para ello tenemos varias opciones por defecto: automático (la cámara ajusta en cada caso el balance por si misma), luz de día, sombra, nublado, Tungsteno, luz fluorescente blanca, flash y finalmente personalizado y ajuste por temperatura de color en kelvin (ajustamos directamente el valor que queremos en kelvin). Hay que saber que el ajuste automático suele errar bastante sobre todo en entornos poco iluminados y/o iluminados con luz artificial, y acierta bastante el condiciones de luz favorables (de día y con Sol). La opción de ajuste “personalizado” consiste en usar una foto hecha por nosotros mismos a una cartulina blanca o de gris neutro y usar la imagen como referencia para la temperatura de color. El problema es que al mínimo cambio de luz ese balance dejará de sernos útil. Lo mismo pasa con la opción de ajuste directo por temperatura de color, y es que o conocemos exactamente el valor de la luz que tenemos o mejor no usarlo; eso sí, es muy útil usado por ejemplo en estudio, en dónde sabemos con certeza la temperatura de color de los focos que usemos.



La mejor opción para obtener un balance de blancos correcto es disparar siempre las fotos en formato RAW; puede parecer tedioso al principio por tener que procesar más las fotos, por necesitar más espacio de disco duro, porqué las tarjetas de memoria en la cámara se llenan antes… sí, cierto todo ello, pero a cambio tenemos un archivo que podemos corregir fácilmente y a nuestro antojo sin pérdida de calidad.



Si disparamos en RAW no importa realmente cómo tengamos ajustado el balance de blancos en nuestra cámara, dado que incluso si estuviese horrorosamente mal ajustado, posteriormente en nuestro ordenador podríamos corregirlo sin problema. Para ello debemos usar uno de los tantos programas de edición que existen (DPP, Lightroom, Photoshop, etc) y ajustar el balance de blancos, ya sea usando la barra de temperatura de color o usando el “gotero” para seleccionar la parte de la foto con ese blanco o gris neutro (lo ideal es usar por ejemplo una carta de gris neutro en una de las fotos y tomarla como referencia).


En definitiva, sabiendo usar bien la herramienta del balance de blancos de nuestra cámara lograremos fotos con colores más reales sin problema.

Fuente: Canonistas

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